sábado, 19 de abril de 2008

Mastropancho

Mastropancho (Maestro Pancho) estuvo a principios del siglo XX en Cuba. Viajó en un barquito desde Gran Canaria hasta Santiago con solo 14 años y comenzó a trabajar en la caña de azucar. Antes de los 18 regresó a su tierra, a sus montañas, habiendo dejado una de sus piernas debajo de las ruedas de un carro cargado de caña. Ya había acabado la primera gran guerra del siglo, y Mastropancho comenzó a remendar zapatos en la cueva de Barranco del Pinar. Conoció a Francisca, fundó una familia en la que criaron a más de diez hijos, compraron unas tierras, después unas vacas y antes de acabar la década de los veinte iniciaron un pequeño negocio en lo que empezaba a conformarse como un pueblecito que se llamó Piedra de Molino, en un pequeño descansillo que las aguas habían formado entre las montañas del noroeste de Gran Canaria, muy abierto hacia el noreste, en la mera diana en la que impactaba el alisio.
El pueblecito fue creciendo alineado en torno a tres caminos, y escoltado por dos barrancos nacientes. A uno de esos barrancos, en el que estaba la enladerada y oscura tierra que trabajaba Francisca llevaba El Callejon, auténtica chimenea de aire frio por el que todos pasaban corriendo buscando protección entre las dos casas viejas que lo delimitan.
Hoy, más de 100 años después, El Callejon se llama Calle Maestro Pancho, y ahora, en este instante, uno de sus nietos escribe ahogado en imágenes que buscan palabras.

2 comentarios:

Bencomo dijo...

Muy tierna la historia y tan real como la vida misma. Que bueno es recordar la emigración en estos momentos en que hemos pasado a ser ricos. Y recordar -que dicen es volver a pasar por el corazón- nuestras pequeñas (grandes) historias familiares. Animo a a seguir en ese camino. Un abrazo

Anónimo dijo...

Siempre habrá un minuto para escribir algo. gooooooooooooo