sábado, 2 de mayo de 2009

Juan vuelve de Venezuela....unos días


La foto que encabeza este blog se tomó con ocasión del primer regrezo de Juan Rodríguez Melián hasta la casa de sus padres y hermanos, tras su viaje en los años cuarenta, después de la guerra española. Posteriormente hubo otros regresos y esa era una de las ocasiones especiales en el que casi todos se reunían. En esta imagen no están todos, ni mucho menos, pero es un buen reflejo de un momento de alegría, donde la risa, las bromas y el bienestar en definitiva, celebraban el reencuentro con tres generaciones en la mesa. La foto, hago un cálculo por la edad aparente de Marisol y Maruchi (unos doce años), es del año 1981, fue tomada en el bar de Juan Ramos en Montaña Alta.
Juan, que venía de una Venezuela democrática traía mucha curiosidad por lo que estaba pasando en España, era un hombre informado y discreto que no alardeaba ni de su propia libertad, el gran valor que encontró al otro lado. Escuchaba con sabiduría, y comentaba lo que estaba pasando con algunos ejemplos de la sociedad que el, como muchos canarios, también había ayudado a crear y, nunca mejor dicho, a construir.

miércoles, 1 de abril de 2009

EL MOSTRADOR



Regreso a Mastropancho para comentar una foto muy interesante que tenemos de él. Esta fue tomada a mediados de los años 60 y puede verse el tipo de comercio que se estilaba en la fecha. Eran tiempos de la escasez y, como el mismo Ford que dijo que cualquiera podría elegir el color de su coche siempre que fuera negro, vemos como en la tienda de Mastropancho cualquiera podría elegir el zapato, es decir, el número de zapato que calzaba pues no había otra posibilidad.
Allí está también un elemento que aún perdura en la tienda, el libro diario, concepto contable que en este caso solo reflejaba la venta a crédito, los "fiaos" del día, para posteriormente pasarla al libro mayor donde cada cliente tenía su detalle extraído de ese diario. En la estantería se percibe otro elemento característico de la tienda, los sombreros que importaban de Sevilla y que en los últimos años su nieta Marisol ha comprobado como en los barrios más perdidos de Tejeda y Artenara aún quedan viejitos que recuerdan a Mastropancho, al que iban a comprar los sombreros.

jueves, 5 de marzo de 2009

Angelito el de Cándida



Ayer miercoles 4 de marzo de 2009 nos encontramos algunos. Ya van quedando menos de los de la foto de cabecera de este blog, es ley de vida y ,así lo creo yo, gracias a ello la vida tiene valor. El encuentro fue en la despedida de Angel Almeida Garcia, conocido por Angelito el Gordo, es el primero por la izquierda de la foto de la cabecera, y allí aparece junto a Cándida. Para acompañar con una imagen nueva este cuaderno de recuerdos, pongo una foto de los tiempos felices, de cuando aún vivía Francisca, de los domingos en el Bar "Los Subnormales" comiendo papas fritas a puñaos y agarrando una buena chispa, y de algún que otro carnaval que nos hizo reir a todos.(aquí aparece él vestido de cura con el incensario en el entierro de la Sardina en Montaña Alta, allá por el año 1983)

martes, 3 de marzo de 2009

Escena familiar veraniega.

Mastropancho con su nieto Miguel. Sería el añó 1966 pues ese niño al que sujeta del brazo nació en julio del 65. Es casi seguro que la foto se tomó en el verano de 1966 pues con esos pantalones cortos al lado del Callejón no podría estar ni siquiera protegido por toda la grasa que rebosan los michelines del muchachito. Se ve perfectamente la prótesis de la ortopedia rural que comenté en una entrada anterior, su pata de palo. Les acompañan en la foto, tomada en la puerta del comercio, su hijo Paco, con dos de sus hijas , posiblemente Mari Carmen y Mercedes, y a la derecha dos de las nueras de Mastropancho: Lolina y Lalita.
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viernes, 23 de mayo de 2008

La pata de palo

Una de las cosas más características de Mastropancho es que al haber perdido la pierna a la altura del muslo - recordemos que comenzando el siglo XX se la aplastó un carro cargado de caña de azucar en Cuba- le colocaron una prótesis de creación artesanal, ciertamente rústica y creo que bastante pesada. Buscaré pronto alguna foto, recuerdo una que le hizo su hijo José a finales de los sesenta en la plaza de Teror, en la que se percibe el formato pirata de la misma. No tengo información sobre el destino actual de la pieza, Mastropancho murió en 1974, pero si guardo con cariño el recuerdo de cierto día en que la curiosidad de mis primas Menchy y Paqui y la mia propia, nos llevó a hurgar dentro de un viejo baul, y llegando al fondo del mismo, tras apartar mantas y ropas usadas dimos con la sorprendente "pata de palo" que se guardaba, imaginamos que como repuesto de la que llevaba encima. Era un tronco de madera afilado por la punta, con un grosor de un palmo a la altura de lo que sería el muslo y con forma casi cónica, al acabar en un círculo un poco menor que una galleta, y que se remataba con una goma antiresbalones. Nada de pulimientos ni barnices, madera pura y dura de no se que árbol, una auténtica joya de la ortopedia rural en los tiempos en que este joven quedo cojo, pero nunca obstáculo para su integración y para su empuje personal como fundador, con su mujer Francisca, de una familia grande y una empresa agrícola y comercial admirable, dada las condiciones de partida y las dificultades de la epoca y los periodos que vivieron.

sábado, 19 de abril de 2008

Mastropancho

Mastropancho (Maestro Pancho) estuvo a principios del siglo XX en Cuba. Viajó en un barquito desde Gran Canaria hasta Santiago con solo 14 años y comenzó a trabajar en la caña de azucar. Antes de los 18 regresó a su tierra, a sus montañas, habiendo dejado una de sus piernas debajo de las ruedas de un carro cargado de caña. Ya había acabado la primera gran guerra del siglo, y Mastropancho comenzó a remendar zapatos en la cueva de Barranco del Pinar. Conoció a Francisca, fundó una familia en la que criaron a más de diez hijos, compraron unas tierras, después unas vacas y antes de acabar la década de los veinte iniciaron un pequeño negocio en lo que empezaba a conformarse como un pueblecito que se llamó Piedra de Molino, en un pequeño descansillo que las aguas habían formado entre las montañas del noroeste de Gran Canaria, muy abierto hacia el noreste, en la mera diana en la que impactaba el alisio.
El pueblecito fue creciendo alineado en torno a tres caminos, y escoltado por dos barrancos nacientes. A uno de esos barrancos, en el que estaba la enladerada y oscura tierra que trabajaba Francisca llevaba El Callejon, auténtica chimenea de aire frio por el que todos pasaban corriendo buscando protección entre las dos casas viejas que lo delimitan.
Hoy, más de 100 años después, El Callejon se llama Calle Maestro Pancho, y ahora, en este instante, uno de sus nietos escribe ahogado en imágenes que buscan palabras.